En los años 80 se empezó a hablar mucho de un nuevo producto cosmético que ofrecía resultados increíbles de forma casi inmediata.
Era el sérum (o suero) facial, y los primeros se usaban con poca frecuencia, normalmente de forma puntual, para aportar al rostro un aspecto descansado, fresco y uniforme, a modo de remedio milagroso.
Quienes podían permitirse el lujo de adquirirlos los utilizaban como arma secreta para crear un efecto sorprendente en ocasiones especiales.
¡Y funcionaba!
Funcionaba tan bien que, lejos de quedarse como un cosmético de auxilio en las estantería de algunas mujeres afortunadas, su uso se fue generalizando, a la vez que la industria cosmética investigaba sin descanso para brindarnos productos mejores, más específicos, más concentrados y más asequibles, hasta llegar a ser hoy en día un imprescindible del cuidado facial.
Existen sueros para todo tipo de pieles y problemas cutáneos, para mujeres y hombres, y la fórmula tiene tal aceptación que los hay también, para el contorno de ojos -¡por supuesto!-, para el cabello y para las pestañas.
Tan importante como elegir el fluido adecuado, lo es aplicarlo correctamente.
Pero vayamos por pasos, para aclarar conceptos y establecer las bases que nos permitirán entender qué es un suero y, en consecuencia, cómo y cuándo aplicarlo. Y no olvidarlo.
Antes de empezar, vamos a hablar de un listado donde podéis encontrar sérums con propiedades rejuvenecedoras que seguro os van a encantar.
Qué es un sérum
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Un suero facial es, en realidad, un tratamiento farmacológico cutáneo, diseñado para atajar problemas concretos.
Y lo hace de una forma radical, es decir, yendo a la raíz, ya que su exclusiva formulación le permite penetrar hasta las capas profundas de la piel.
Los sueros se caracterizan por:
- Contener un alto porcentaje de poderosos principios activos, lo que les convierte en armas potentes y efectivas.
- Estar constituidos por moléculas muy pequeñas, mucho más pequeñas que las de las cremas hidratantes, lo que les otorga su gran capacidad de penetración.
- Tener una textura fluida, ya que las texturas más untuosas los son porque están formadas por moléculas grandes.
- La combinación de varios ingredientes, que se apoyan entre sí a la hora de restaurar la piel, multiplicando el impacto de cada uno y consiguiendo una mezcla muy dinámica y eficaz.
- La necesidad de muy poca cantidad de producto para lograr los objetivos.
- Brindar resultados incuestionables en muy poco tiempo. De hecho, a veces se notan desde la primera aplicación, pero es necesario ser constante para asentarlos y hacerlos permanentes (excepto si hablamos de fluidos para tratamientos puntuales, de los que hablaremos más adelante).
Así pues, en líneas generales podemos decir que un fluido es un cosmético concentrado y potente, que trata problemas específicos de la piel en profundidad, consiguiendo resultados en poco tiempo, resultados que se hacen permanentes cuando lo utilizamos como lo que es: un tratamiento.
Si eres hombre ¡aquí tienes toda la información necesaria para utilizar un suero en dermis masculinas!, ya no hay excusas posibles para empezar a cuidar de la piel.
¿Por qué no sustituye a las hidratantes?
Porque son dos productos muy distintos, con funciones muy diferentes, que, sin embargo, se complementan y mejoran el uno al otro.
Como ya hemos apuntado, las cremas están formadas por moléculas mucho mayores que las de los sueros, y esto tiene sentido porque su principal cometido es crear una pantalla protectora entre la piel y el exterior.
Remitiéndonos a las características principales del sérum, veamos las diferencias.
- La presencia de principios activos en las cremas es muy inferior (entre un 5 y un 10 %, frente al 70 % de los sueros).
- Moléculas grandes que impiden que penetren demasiado, garantizando así su tarea como aislante.
- Textura densa, que puede ir desde la lechosa hasta la de un ungüento.
- Mucha menor diversidad de principios activos, porque su objetivo principal es cuidar y mantener, no tratar en profundidad.
- Hay que aplicarlas en cantidades generosas y suficientes.
- Sus efectos sobre la piel se reflejan a medio y largo plazo.
Las diferencias son palpables y nos dan la respuesta de por qué no podemos prescindir del uso de la hidratante cuando decidimos incorporar un sérum a nuestra rutina diaria: el suero trabaja desde dentro, aportando a la piel los principios activos necesarios para repararla, restaurarla, curarla y devolverle, en la medida de lo posible, su completa funcionalidad, mientras que la crema sella la piel, evitando que pierda humedad, grasa y otros componentes, mejorando su estado en niveles muy superficiales pero fundamentales (ni más ni menos que sosteniendo la capa córnea, por ejemplo) y protegiéndola de las posibles agresiones externas.
¿Lo has visto? ¡Sí! Uno y otra hacen un tándem perfecto, a la hora de proporcionar a la piel todas las herramientas necesarias para mantenerse sana y joven.
Hay excepciones para esta regla: las pieles muy grasas pueden prescindir de la crema hidratante por la noche, si utilizan un producto específico, pues durante la noche no están expuestas, y es el momento en el que la dermis y la epidermis concentran sus tareas de mantenimiento. Incluso en verano, mucha gente con piel grasa no utiliza más que el suero y, por supuesto, el protector solar.
¿Cómo elijo el sérum adecuado?
Esta es otra de las diferencias entre las cremas y los sueros.
A la hora de seleccionar una hidratante, el criterio principal es el tipo de piel, ya sea esta seca, grasa o mixta.
Es cierto que las hay tratantes, para el acné, antiarrugas, etc. pero no lo es menos que su capacidad de acción está muy limitada, en comparación con los sérums.
Estos, sin embargo, han de seleccionarse atendiendo a lo que queramos corregir o tratar en nuestra piel. Claro que también hay que tener en cuenta el tipo de piel, pero es un criterio secundario en este caso.
Aquí encontraréis información si queréis usar un suero y vuestra piel es mixta o incluso si vais a usar un fluido con dermis grasa también hay que tener en cuenta varias cosas.
Normalmente, el paso del tiempo, sumado a la exposición al sol, el frío, las calefacciones y aires acondicionados, la polución, las dietas poco saludables, el tabaco, el alcohol, la falta de ejercicio, etc. van deteriorando la piel en varios frentes, así que muchas veces no hay un único asunto que afrontar, sino varios.
El sérum sigue siendo la respuesta, y por varias vías.
Primero, la mayoría de los sueros, sea cual sea su finalidad, permiten mejorar el estado general de la piel, rejuveneciéndola y eliminando o atenuando las señales del paso del tiempo.
Segundo, se puede tratar cada daño de forma individual y en orden de gravedad. Muchos sérums básicamente tratanes pueden dejar de utilizarse cuando el problema desaparece (el acné o las manchas son un buen ejemplo). Esto significa que puedes usarlo para eliminar las irregularidades de pigmentación y, una vez conseguido, empezar a utilizar otro fluido que rehidrate tu piel en profundidad.
En tercer lugar, puedes usar uno por la mañana y otro durante la noche.
Por último, se pueden utilizar varios productos simultáneamente, pero no es conveniente usar más de tres a la vez.
Entonces, para elegir un sérum, prioriza qué quieres corregir o mejorar en tu piel y actúa en consecuencia.
En líneas generales, opta por aquellos que no tengan una cantidad excesiva de ingredientes y por los que incluyan exclusivamente o en su mayor parte componentes de origen natural. Tu piel no necesita parabenos, siliconas, hidrocarburos y demás, abriéndose paso hacia sus estratos más profundos.
Consulta con un experto que pueda orientarte en ese enorme mar de posibilidades.
Los sérums son infinitos
Y por eso mismo, haremos un breve repaso a las diferentes opciones según distintos criterios.
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Elegirlo para cuidar la piel, sin más
Debes buscar un producto que se adapte a tu tipo de piel y le aporte ingredientes hidratantes, antioxidantes, regeneradores y protectores.
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Elegirlo como tratamiento
Enfócate en la alteración o disfunción que quieras subsanar, y no pierdas de vista que sea respetuoso con tu tipo de piel.
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Elegirlo para un momento concreto
Hay cosméticos concebidos para proporcionar un efecto espectacular de forma puntual. Este tipo de sueros no son de uso continuado, pero nos ofrecen la posibilidad de lucir un rostro perfecto en ocasiones especiales.
Habitualmente tienen efectos tensores, relajantes, iluminadores, etc.
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Elegirlo para un tratamiento de choque
Si la piel está realmente deteriorada por el sol, presenta un anormal brote de acné, o está sensible e irritada, por ejemplo, podemos recurrir a sérums formulados especialmente para atajar de raíz y rápidamente cualquier alteración anómala.
Suelen ser más concentrados y potentes que los sueros de uso diario; normalmente se presentan en ampollas de cristal monodosis y no deben utilizarse más que para superar las circunstancias concretas que nos han llevado a recurrir a ellos. De hecho, aunque estas persistan, es fundamental hacer el tratamiento y descansar antes de retomarlo (se aconseja no aplicarlos de forma continuada durante más de un mes), para dar una tregua al cutis, permitirle encajar los cambios y evitar reacciones adversas a causa de la potencia de los productos.
Si no vienen en envases de cristal, uno por aplicación, desconfía: son tan potentes y efectivos por su formulación, pero esta misma potencia hace que sus ingredientes sean susceptibles al aire y la luz, pudiendo deteriorarse rápidamente, oxidándose, por ejemplo, y perdiendo efectividad. Esa es la razón por la que se presentan así, y si no lo hacen, puede que no sean lo que prometen.
Hoy en día muchas personas se animan a hacer sus propios productos.
¿Cuándo tengo que utilizarlo?
Si eres de esas personas que mantiene una constante y estricta rutina de belleza, lo ideal es incorporarlo a esta y aplicar sérum por la mañana y por la noche.
Si, por el contrario, parece que siempre te falta tiempo para cuidarte la piel y le dedicas la atención mínima, no debes prescindir de él por las noches.
Es importante, si no has usado sueros antes, que empieces despacio, mejor durante la noche, alternando un día de aplicación y uno sin, a lo largo de una semana o dos (tu piel te indicará cuándo está lista). Después, úsalo todas las noches, al menos una semana, antes de empezar a aplicarlo también por las mañanas.
Sé paciente, porque la piel necesita habituarse y le darás tiempo para hacerlo y para comprobar que no hay reacciones indeseadas. De producirse estas, cambia el producto o la marca, busca fórmulas más suaves y asegúrate de que no contienen ningún ingrediente al que tu piel sea alérgica o reactiva.
Gracias a la cantidad de artículos que nos ofrece la cosmética, hay, por supuesto, uno para el día y otro para la noche. Estos últimos suelen contar entre sus ingredientes con antioxidantes y ácidos exfoliantes, entre otros, que no son recomendables para los productos diurnos por sus posibles efectos fotosensibilizadores.
También se dejan para la noche los más potentes y concentrados, porque la piel no tiene que defenderse de las agresiones del entorno y puede dedicarse a realizar un trabajo profundo de regeneración y limpieza, trabajo que los sueros impulsan y mejoran.
Si lo que te preguntas es a partir de qué edad empezar a utilizarlos, la repuesta corta es: a partir de los 25/30 años.
La repuesta larga es que depende. Una piel joven y sana, efectivamente, no necesita el refuerzo que un sérum supone, porque funciona a la perfección y de forma equilibrada.
Una piel joven pero con problemas, como el acné, la sobreexposición al sol o las manchas (que no solo aparecen por la edad), puede recurrir a uno básicamente tratante, y, en el caso del exceso de sol, es conveniente que lo haga, porque es la causa principal del envejecimiento cutáneo y del envejecimiento cutáneo prematuro, que, aunque no se manifieste en la superficie, acabará pasando factura en poco tiempo.
Así que, definitivamente, depende de cada piel y sus circunstancias. Como norma, es interesante empezar a usarlos a los 30 años como muy tarde, para desacelerar el natural declive de la piel.
A falta de problemas concretos, una fórmula suave que garantice la hidratación y mejore la respuesta de la piel será suficiente.
Por supuesto, también los hay para todas las edades, creados con el objetivo de ofrecer a cada piel el apoyo que precisa en las distintas etapas de la vida.
Cómo aplicar un sérum
Ya lo hemos dicho: es importante hacerlo correctamente, para sacarle todo el partido.
Si queremos que el suero pueda hacer bien su trabajo y llevar sus principios activos a las partes más profundas de nuestra piel, el primer paso parece de cajón: ¡limpieza!
Nunca te pongas el fluido sin haber limpiado previamente tu cutis bien, ya sea de día o de noche.
Puedes hacerlo con un producto limpiador y un tónico. Este último, además, preparará la piel, equilibrando su pH: un buen truco es no secarte del todo, para facilitar la penetración y conseguir que ambos trabajen juntos.
Si eres de las que prefieren no entretenerse demasiado en las rutinas de belleza, lava bien tu cara con agua templada y un jabón adecuado, no agresivo. También, en este caso, es conveniente dejar algo de humedad sobre la piel.
¿Te exfolias? Recuerda que no debes hacerlo más de dos veces por semana, y, dependiendo de tu tipo de piel, con menos frecuencia (las pieles secas o sensibles pueden reaccionar mal a la exfoliación o a un exceso de la misma).
Si lo haces, el mejor momento es entre la limpiadora y el tónico, o justo después de lavarte la cara. Aunque la exfoliación sea un proceso de limpieza a fondo, hay que realizarla con la piel bien despejada de cualquier resto de productos o suciedad, para que el propio proceso no los incruste más. Ya sea física o química, no deja de ser una técnica que erosiona la piel (en realidad, microerosión), cuyo objetivo es retirar las células muertas y estimular suavemente la producción de células nuevas, no es un sistema de limpieza per se.
También puedes hacerlo después del tónico, aunque sería conveniente volver a aplicarte este último, para calmar la piel y equilibrarla antes del sérum.
¿Piel limpia y exfoliada? ¡Es el momento del suero!
Dado que el objetivo de este artículo es explicar bien cómo aplicarlo, iremos paso a paso y caso a caso.
Cuánto
Pon la cantidad recomendada sobre la cara, que suele ser una gota en cada mejilla, una en la frente, otra en la nariz y otra en la barbilla. Normalmente, será más que suficiente, pero si notas que te falta producto, puedes usar un poco más. Eso sí, gota a gota, porque cunde mucho.
¿Prefieres ponerlo en las manos y aplicarlo desde ahí? Puedes hacerlo. De hecho, si el sérum es denso, lo mejor es frotarlo antes entre las yemas de los dedos o las palmas de las manos, para darle calor y que penetre con más facilidad.
Sabrás que te has excedido en la dosis si te quedan zonas húmedas y algo pringosas cuando la piel lo haya absorbido (no tarda más de un minuto).
Cómo
He aquí otra diferencia con las cremas: el sérum no se extiende (y, por descontado, no se frota) sino que se aplica con golpecitos leves o bien presionando la mano sobre la cara suavemente.
El objetivo es que vaya hacia adentro, y para conseguirlo lo mejor es moverlo poco sobre la superficie cutánea, porque, como se absorbe muy deprisa, se corre el riesgo de no distribuirlo bien. Los toques o la presión leve garantizan que se aplica por toda la piel uniformemente, sin añadir el calor de la mano, que aceleraría la absorción en unas zonas, dejando estas saturadas de suero y otras con poco o nada.
Haz movimientos desde dentro hacia afuera, evitando el contorno de los ojos: hay algunos específicos para esta zona, que deben ponerse antes del fluido facial.
Si te quedan restos porque te has pasado con la dosis, retíralos muy suavemente con un algodón empapado en tónico, también con toquecitos, nunca frotando.
Cuando tu cara esté seca es el momento de aplicar la hidratante.
Si usas más de un sérum a la vez, debes aplicarlos uno sobre el otro, empezando por el más liviano y acabando con el más denso. En el caso de que todos tengan una textura similar, empieza con el que trate el problema que más te urge solucionar y termina con el que trate el que menos te preocupa.
No uses más de tres a la vez, pero siempre es mejor no administrar una sobredosis de principios activos a la dermis, así que lo ideal, si tienes varios frentes abiertos, es que alternes uno durante el día con ingredientes como ácido hialurónico o incluso antioxidantes y otro durante la noche, dejando para este momento el más concentrado o el que contenga ingredientes que puedan reaccionar con el sol (ácidos como el retinol o la vitamina C, por ejemplo, o para tratar las manchas).
Un par de trucos:
- Masajear las zonas más castigadas, como las arrugas del contorno de labios (en las que también puedes utilizar el suero para los ojos, si lo tienes y lo prefieres) con pequeños pellizcos antes de la aplicación estimulará la microcirculación de esa zona y aportará calor, mejorando la absorción y, por lo tanto, los efectos del sérum.
- Si tienes la piel especialmente deteriorada puedes usar el producto, de vez en cuando, como si fuera una mascarilla: ponlo sobre una tela ligera de algodón y aplícatela en el rostro durante 20 minutos, siempre que no te moleste o irrite. Después, retira la tela y, cuando el producto se haya secado, aplica hidratante.
Una vez la hidratante está bien absorbida (no menos de 5 minutos, porque al ser más grasa tarda más), no olvides el protector solar.
Te recomendamos encarecidamente que elijas dos productos separados -crema y protector- en vez de una crema con protección añadida, porque ha quedado claro en numerosos estudios que es mucho menos eficaz y se dejan zonas del rostro sin cubrir adecuadamente. Eso sí, si no vas a ponerte protección, siempre es mejor una hidratante que la incorpore que nada.
Por si te quedan dudas
¿Tengo que usar el sérum siempre?
Depende de tu edad, de tu piel y de tu forma de vida.
A partir de los 20 años puede empezar a usar un suero que mantenga tu piel hidratada, con antioxidantes suaves e ingredientes que aseguren en buen funcionamiento de los propios recursos de tu dermis: desde los 30 años, por muy espléndida que esté tu piel, lo ideal es empezar a cuidarla más -es decir, más allá de la cara lavada y la hidratante- para prevenir los efectos de la edad, con un sérum adecuado a tus años.
Te recordamos que es conveniente, si lo incorporas a tu día a día, descansar, de modo que si lo utilizas dos meses, tres o cuatro, deberías dejarlo si no durante el mismo tiempo, al menos durante la mitad, nunca menos de un mes.
¿Cuánto tardará en hacer efecto?
Evidentemente, los que son para un uso puntual tienen un efecto inmediato, pero no duradero.
Con los de tratamiento intensivo -recuerda, en monodosis de cristal opaco- y los de uso más prolongado (los normales, por llamarlos de alguna forma) puedes ver resultados a veces desde la primera aplicación, pero que esto no te engañe: para que los resultados se afiancen y sean reales, para que tu piel de verdad mejore desde dentro y esa mejoría se asiente y perdure, tienes que hacer el tratamiento completo, nunca menos de un mes y, en el caso de los de uso diario, mejor si lo mantienes al menos durante tres meses.
Al ponérmelo noto como un cosquilleo o, incluso, calor o escozor.
Debido a su alto porcentaje de principios activos, los sérums pueden producir sensaciones extrañas en la piel, sobre todo cuando comienzas a utilizarlos o si cambias de marca o composición. Es normal.
Un cosquilleo, la sensación de calor o de escozor leves no tienen importancia de entrada, si no persisten ni van más allá.
Si las sensaciones raras continúan o son realmente notorias, cambia de producto y comprueba que no eres alérgica o intolerante a ninguno de sus ingredientes.
Cuando uses un fluido por primera vez, haz una prueba en una zona pequeña del rostro antes de aplicarlo por toda la superficie.
¿Por qué tengo que seguir usándolo si mi piel ya está bien?
Porque el sérum, insistimos, es un tratamiento y hay que hacerlo hasta el final. Que te ofrezca resultados espectaculares inmediatos no quiere decir que haya terminado su trabajo real, que es recuperar y potenciar las capacidades de la piel.
Para asegurarte los resultados a medio y largo plazo, tienes que ser constante. De otra forma, lo conseguido se esfumará tan rápidamente como ha llegado.
Cuando eliges un suero para tratar un problema específico y este desaparece, debes dejar de utilizar es suero. Si tu piel tiende a las manchas, por poner un ejemplo, busca uno que prevenga su aparición, pero no sigas con el que te las ha quitado, porque ya no tiene sentido y puede ser contraproducente.
Y no los compres con protección solar, porque es absurdo: el sérum se absorbe, y desde dentro no puede proteger la piel. El protector solar se aplica sobre la hidrante, porque actúa como una pantalla, y es ahí donde tiene sentido y realmente es útil.
Si perseveras verás sobradamente recompensados tus esfuerzos.
¿Debo usar siempre el mismo?
Evidentemente no, sea cual sea tu circunstancia.
Como ya hemos comentado, si lo usas para un problema puntual, una vez superado éste tendrás que cambiar de objetivo y de fórmula.
Pero, incluso si lo usas para tratar una condición estable, como pueden serlo la sequedad, la grasa, o el paso del tiempo, tendrás que ir cambiando de producto, porque cuando este funcione necesitarás, quizá, uno de mantenimiento, más suave con el problema original (la grasa, por ejemplo) ya que si no puedes pasarte al otro extremo (empezar a tener la piel más seca).
Cada época de la vida -y, por lo tanto, de la piel- tiene necesidades diferentes, con las que hay que contar.
Incluso es posible que prefieras un tipo distinto de suero en diferentes épocas del año.
No olvides que también tendrás que ir adaptándolos de noche.
¿Sérum sobre la hidratante o sobre el maquillaje?
Actualmente empieza a haber productos publicitados como sérums, especialmente hechos para hidratar pieles muy secas, y que se aplican sobre la crema, para, fijarla. En realidad no son sueros, ya que no van a trabajar en los sustratos internos de la piel, sino que sellan la hidratante para ayudar a impedir que se pierdan humedad y grasa naturales.
Lo importante en estos productos no son los principios activos, sino que tengan ingredientes que de verdad sellen y creen una línea de defensa extra sobre la hidratante. Son un plus para las pieles muy secas e incluso las sensibles, así que, si es tu caso, puedes probarlos.
Poner el sérum sobre el rostro ya maquillado es un truco que utilizan muchos profesionales para dar un toque final. Da muy buenos resultados, realzando el maquillaje, fijándolo y añadiendo un plus de luminosidad. Si quieres intentarlo elije uno ligero, que quedará como una película suave, y aplícalo sin extender, porque, de otro modo, arruinarás el trabajo anterior.
¿Por qué no puedo usarlo para el contorno de ojos?
Por lo mismo que no debes usar la hidratante en esa zona, pero aquí con más razón: los párpados y el contorno de ojos tienen una piel mucho más fina, sin apenas grasa, y más delicada, que podría no reaccionar bien a los principios activos concentrados del sérum.
Los ojos necesitan fórmulas específicas, suaves y con ingredientes descongestivos (los párpados tienden a hincharse y congestionarse), frescos y con ligeros efectos drenantes.
Mi sérum tiene un olor extraño
No suelen tener olor, y si lo tienen, este es muy suave y no necesariamente agradable, porque un producto de este tipo no debe nunca llevar perfume ni fragancia añadida (no queremos potenciales irritantes en las capas más profundas de nuestra piel).
Pero si el tuyo huele excesivamente y mal, no lo utilices, tíralo. Si lo acabas de comprar, devuélvelo o consulta con quien te lo haya vendido.
Si lo has tenido almacenado es posible que, por estar expuesto a la luz, la humedad o haber quedado mal cerrado, se haya deteriorado. A causa de su composición son más sensibles a cualquier cambio y sus ingredientes se estropean más fácilmente.