La piel grasa no es muy común, pero este dato no alivia a quienes la tienen y la viven como una condena.
En un entorno que nos mete por los ojos imágenes de hombres y mujeres con rostros perfectos y pieles inmaculadas, tener brillos en la cara, poros abiertos, puntos negros, espinillas, granitos y demás imperfecciones, puede parecer un castigo, una broma de mal gusto.
A lo mejor tu piel no es toda untuosa, sino en parte, porque tienes piel mixta, pero la zona grasa de tu cara te trae por la calle de la amargura y quieres soluciones.
Sea cual sea tu caso, quédate con nosotros si quieres saber más de las pieles con sebo, cómo tratarlas y cómo hacer tu propio sérum para sacar lo mejor de ellas.
¿Cómo es la piel grasa?
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Lo primero que debes saber es que tener este tipo de piel conlleva también ventajas sobre otros tipos de pieles.
Es una piel más gruesa, pero hablando de piel siempre nos movemos en milímetros, así que no es una piel basta ni gorda, solo tiene más defensas frente a las agresiones. Una gran ventaja.
- Es más resistente al sol, más difícil de quemar y adquiere un moreno uniforme y muy bonito.
- Es más resistente al frío y a los cambios de temperatura.
- Es más resistente a la sequedad.
- Es más resistente a la polución y contaminación.
- Es más resistente al paso del tiempo, envejece más lentamente y mejor.
- Protege mejor a nuestro organismo, ya que la misma grasa forma una barrera que «atrapa» posibles patógenos de todo tipo. Esto también es una desventaja, claro, porque causa infecciones en la propia piel.
De hecho, una piel muy ligeramente grasa es fácil de tratar y mucho más agradecida, en todos los sentidos, que cualquier otra.
Y, normalmente, con el paso del tiempo, la piel tiende a ser menos untuosa y más equilibrada.
El problema surge cuando la grasa tiende a acumularse.
Las pieles de este tipo lo son porque en la dermis y la hipodermis hay una mayor cantidad de glándulas sebáceas y/o estas son más activas que en otros tipos de pieles.
A esto se unen todo tipo de circunstancias propias y ajenas: la genética y la herencia, las hormonas, el estrés, el entorno, nuestro ritmo de vida, el tipo de comida que ingerimos…
Una piel con exceso de sebo está asociada a un nivel más alto de testosterona. Y si crees que la testosterona solo la tienen lo hombres, estás en un error. Las mujeres también tenemos testosterona, y la necesitamos. De hecho, es la hormona sexual más abundante en nuestro organismo, y cumple funciones no solo sexuales: es imprescindible para la salud, afectando, por ejemplo, a los órganos genitales, la salud cardiocirculatoria, los músculos, los huesos y la cognición.
No es casualidad que el peor momento de una piel grasa suela darse en la adolescencia y los primeros años de la juventud, que son los períodos en que las hormonas sexuales (que no afectan solo a la actividad sexual) están más activas y, en cierto modo, podríamos decir que descontroladas (es una imagen útil pero nada precisa).
Hay muchas mujeres que ven reaparecer el sebo y sus inconvenientes alrededor de la etapa premenopáusica, en plena menopausia y durante todo el climaterio, pero estos cambios no están necesariamente relacionados con la testosterona, aunque puede que sí con otras hormonas.
En cuanto al estrés, no hay dermatólogo que no sepa que es uno de los principales desencadenantes de todo tipo de problema y patología dérmica, y muchísimos estudios lo avalan y demuestran. Si tienes piel con estas características, seguramente ya lo sabes por experiencia propia: cuando estás peor, tu piel se pone también peor.
Vamos a detenernos aquí un momento.
Es importante que te des cuenta de que vivir rechazando tu piel y considerándola el enemigo te estresa inevitablemente y ese estrés empeora el estado de tu piel.
Si tu piel grasa te supone un gran problema, lo mejor que puedes hacer por ti y por ella es informarte, cuidarla y, si tu caso es muy extremo, consultar con tu médico o dermatólogo. Existen tratamientos que pueden mejorarla mucho e, incluso, hacer desaparecer problemas como los quistes, comedones y espinillas persistentes y sobreinfectadas, pero que debe prescribir un profesional, para luego llevar un seguimiento mientras los haces.
A veces, la pelea con la grasa provoca un resultado contrario al deseado: cuanto más la combates, más aparece.
En realidad, el exceso de sebo tiene que ver con glándulas sebáceas hiperactivas. La piel lo necesita para su salud y equilibrio. Cuando te empeñas en eliminarla sin más, sea como sea, y dejas tu epidermis totalmente libre de esta, pones en marcha los procesos fisiológicos que la producen, porque se necesita. Es sana y normal en cantidades equilibradas.
Al retirar la untuosidad de tu cara, el mecanismo de producción se activa para suplir la que falta y es necesaria, y produce más. Es decir, que cuando retiras sistemáticamente la grasa de tu piel, estás provocando que tus glándulas sebáceas, de por sí hiperactivas, trabajen todavía más, consiguiendo justo lo contrario de lo que buscabas.
No necesitas productos, del tipo que sean (limpiadores, cremas, maquillajes) que sequen tu rostro, sino productos más sutiles, que vayan modulando y estabilizando la producción de tus glándulas. Existen, y hacen bien su trabajo, pero no es un trabajo inmediato.
Mientras consigues ir mejorando tu piel, hay rutinas de cuidado y trucos que debes y puedes adaptar, para hacer tu día a día más fácil y agradable.
¿No te vez capaz de hacer tu propio sérum? Entonces, te dejamos nuestra selección de las mejores opciones del mercado.
Cuidar la piel grasa
Siempre limpia
Es evidente. La propia piel lo pide.
Pero no porque tenga mucha grasa y esta resulte antiestética, sino porque ésta en exceso:
- Obstruye los poros, con lo que impide que la piel «respire». En un sentido estricto, la piel no respira, pero los poros han de estar despejados para que la piel transpire, eliminando el exceso de humedad, refrescándonos, etc.
- Facilita que la suciedad ambiental se quede pegada a la piel.
- Es un medio ideal para la proliferación de microorganismos que pueden provocar infecciones.
- Altera el pH del manto hidrolipídico, anulando su efectividad como mantenedor de la microbiota cutánea y como línea de defensa.
Insistimos: se trata de retirar el exceso, no de arrasar con el sebo; se trata de ir equilibrando la producción de sebo, no anularla; se trata de trabajar con tu piel, no contra ella.
Lava tu cara y tu cuello por la mañana y por la noche, con productos adecuados, no agresivos y no astringentes, aclara con agua templada y haz un último aclarado con agua fría, para cerrar los poros.
No cometas el error de frotar y rascar para retirar la grasa. Solo conseguirás irritar tu piel, causar microerosiones y hacerla más susceptible a infecciones de todo tipo.
Sécate bien con una toalla de algodón 100 %, presionándola sobre la superficie, sin restregar.
¡Cuidado con los productos que prometen eliminar bacterias! Lo harán, llevándose por delante también las bacterias que viven en la epidermis y tienen que estar ahí para cuidarla y defenderla. Prescinde de ellos, para no empeorar la situación. Si tienes infecciones, busca asesoramiento médico, no lo soluciones por tu cuenta.
Limpieza extra
La conseguirás con exfoliantes y/o mascarillas, pero elige productos especiales para pieles untuosas, no los uses más de dos veces por semana y, si te producen irritanción, sensación de escozor, etc., cámbialos por otros menos agresivos.
Si tienes alguna infección como espinillas, comedones o quistes, tienes que extremar el cuidado a la hora de elegir ese tipo de limpiadores, y no usarlos con demasiada frecuencia, retirando, después de la aplicación, cualquier resto del rostro (recuerda: el último aclarado con agua fría).
Remata con un tónico para calmar la piel y equilibrarla.
Cuidado interno
El sérum es un aliado imprescindible para la piel con sebo, porque es el único producto cosmético que va a trabajar en las capas de esta en las que se originan los problemas, justo donde ningún otro puede llegar.
Además, es un cosmético oil free (sin aceites minerales) y no debería llevar alcohol en su composición, ni ninguna fragancia.
Sus principales características, las que lo hacen especial y maravilloso, es que concentra mucho principios activos muy poderosos y dinámicos, por lo que se utiliza en pequeñísimas cantidades y, aun así, logra resultados espectaculares en poco tiempo, aunque es necesario utilizarlo con regularidad y constancia para sacarle todo el provecho.
Antes de ponerte la hidratante, el sérum penetrará hasta el interior de tu piel, donde no solo la nutrirá de los elementos que necesita e impedirá que siga produciendo tanta grasa, sino que aportará los ingredientes necesarios para ir «enseñando» o «recordando» a la piel cómo regular la secreción sebácea. Es un trabajo a fondo y a medio y largo plazo, pero verás resultados en muy poco tiempo.
Para aplicarlo correctamente solo tienes que hacerlo, con suaves toques o presionando con las manos sobre el rostro de dentro hacia afuera, sin extenderlo ni frotarlo.
Es importante que tu suero contenga:
- Ingredientes calmantes: aunque no lo notes, la piel untuosa está sometida a un continuo estrés, tanto por su hiperactividad como por su permeabilidad a los patógenos, así que los calmantes la relajarán y mejorarán su estado.
- Ingredientes regeneradores: al regenerar la piel a nivel celular, promueven la cicatrización, la desaparición de marcas y de manchas.
- Ingredientes astringentes: que sean suaves y, al mismo tiempo, humectantes o hidratantes (nunca, recuerda, astringentes agresivos o en exceso).
Para saber más sobre el sérum y la piel grasa, os dejo por aquí una guía de todo lo que necesitáis saber para sacarle el máximo beneficio.
Protección
Es lo que hace la hidratante, así que no prescindas de ella si de verdad quieres cuidar tu piel.
La crema sella la piel, protegiéndola del exterior, evitando que pierda humedad y aportando a la epidermis ingredientes que la cuidan.
Cuando usas sérum, es una garantía de que este permanecerá en su sitio. Pero es que, además, los dos productos juntos se potencian y mejoran entre sí.
Tu hidratante ideal es de base acuosa y textura ligera, tipo gel o loción. Deja que el sérum se absorba bien antes de aplicarla.
Sobre la hidratante bien extendida, después de unos minutos para que penetre, ponte el protector solar, también de base acuosa y especial para pieles grasas (un protector solar inadecuado obstruirá mucho tus poros).
Puedes optar por una hidratante con protección solar en invierno, aunque no es la mejor elección, pero no debes escatimar en protector durante el verano, de ninguna manera.
Un truco: puedes aplicarte gel de aloe vera (100 % aloe vera, mejor de origen certificado) sobre la piel limpia varias veces al día. No solo la limpiará y sanará de una forma muy amable y efectiva, sino que te refrescará. Guárdalo en la nevera y el efecto refrescante será mayor.
Un consejo: vigila lo que comes. Una dieta con muchos vegetales y fruta, sana y equilibrada, acompañada de abundante agua, infusiones y zumos naturales, te ayudará a mejorar el estado y el aspecto de tu piel. Limita la ingesta de grasas saturadas (carnes, embutidos, leche y derivados, etc.), azúcar, harinas refinadas, excitantes, alcohol y, por supuesto, deja el tabaco, si fumas, o intenta reducirlo tanto como puedas.
Hacer tu propio sérum para piel grasa
Algunas de las ventajas de hacer tú el suero que vas a usar son:
- Controlas los ingredientes y su calidad.
- Haces la cantidad que necesitas, sin desperdiciar producto.
- Puedes experimentar, hasta dar con la mejor mezcla para tu piel.
- Puedes ir cambiando la fórmula, a mediada que tu piel mejore.
- Ahorrarás dinero.
- Si te gusta trastear e investigar, lo pasarás muy bien.
Los sueros que te vamos a proponer están todos hechos, básicamente, con dos ingredientes: aceites vegetales y esencias, o aceites esenciales.
¡No te asustes! Los aceites vegetales líquidos (frente a los que tienen aspecto de mantequilla y se llaman mantecas, como el de coco, karité o cacao) están compuestos por grasas insaturadas: llevan una importante cantidad de ácidos grasos necesarios para la piel, tienen propiedades tan maravillosas como ser antiinflamatorios, reestructurantes, cicatrizantes, equilibrantes, antibacterianos, etc., regulan el ph y aportan vitaminas y minerales.
Los vamos a utilizar como base para los sérums y te garantizamos que todos lo que te recomendamos son no comedogénicos y la piel los absorbe muy bien: no obstruirán tus poros ni te dejarán restos grasos sobre el cutis.
Además, son naturalmente compatibles con el sebo cutáneo (biocompatibles), con lo que, de una forma sutil y lenta, pero segura, ayudan a regular su producción.
En cuanto a las esencias, también llamadas aceites esenciales, no son aceites, aunque se mezclan muy bien con estos (no así con el agua), y son concentrados de origen vegetal muy potentes, con propiedades increíbles. Usaremos muy poca cantidad de estos, porque… son concentrados y potentes (¡como debe ser cualquier suero! ?).
Necesitarás un frasco de cristal opaco, con capacidad para algo más de 60 ml, con gotero o dosificador, para hacer y guardar tu sérum. Tiene que estar muy limpio y bien seco.
Compra materias primas de calidad: aceites prensados en frío, de primera prensa, y esencias garantizadas. Ninguno es barato, pero no tienen por qué ser carísimos, pero es importante que sean de calidad.
En las esencias es muy importante, porque a veces las degradan con productos, como el alcohol, que no deben llegar a las capas profundas de la piel, y te las van a cobrar como si fueran buenas, así que pon atención e invierte un poco de tu tiempo en buscar las que te ofrezcan garantía de origen y manipulación. Hay muchas, no te asustes.
También comprobarás que vas a usarlas en poca cantidad (gotas) y cunden mucho.
Las esencias pueden ser irritantes en contacto directo con la piel; algunas no están indicadas para embarazadas, madres lactantes, determinadas patologías y/o situaciones. Infórmate y consulta con un especialista serio.
La concentración de esencias debe ser siempre de un 2,5 % y no superar, en ningún caso, el 3 % (verás que es más que suficiente, y el exceso hará tu sérum irritante e inútil).
Otro truco: si tu piel está peor, o, simplemente, te apetece darle un extra de cuidado, hazte una mascarilla: sobre una tela de algodón extiende una delgada capa de tu suero preferido y déjala sobre tu rostro un mínimo de 20 minutos y un máximo de 30 (siempre que no notes ningún tipo de incomodidad). Después, retira los restos de sérum de tu cara y aplícate un tónico antes de la hidratante.
Primera receta
Ideal para cuando tu piel está más estresada y para el verano, aunque puedes usarla todo el año.
- 50 ml de gel de aloe vera orgánico
- 10 gotas de aceite esencial del árbol de té
- 10 gotas de aceite esencial de ylang-ylang
- 1 cucharadita (de las más pequeñas) de agua de rosas (mejor orgánica), que no es agua, así que mezclará perfectamente.
Puedes sustituir parte del gel de aloe vera por un aceite vegetal como el de semillas de uva o el de jojoba (1/4 de aceite por 3/4 de gel).
El aloe vera tensa la piel, contrae los poros, es calmante y desinfectante, así que si tienes la piel irritada o con granitos y demás, es perfecto para ti.
El árbol del té es un antiséptico excepcional, reducirá la inflamación y el picor (si tus granitos pican) y también te aportará tersura.
El ylang-ylang es un gran modulador natural del sebo, antiinflamatorio, relajante y estimulante de la renovación celular. Está indicado para todo tipo de pieles, pero es magnífico para las grasas.
El agua de rosas es un humectante natural que aporta vitaminas y tiene efectos analgésicos, a la vez que elimina el exceso de grasa.
Segunda receta
Si crees que tu piel necesita una profunda limpieza, es tu fórmula.
- 25 ml de aceite de jojoba
- 25 ml de aceite de semilla de uva
- 10 gotas de aceite esencial de ciprés
- 5 gotas de aceite esencial de menta
- 5 gotas de aceite esencial de romero
- 5 gotas de aceite esencial de equinácea
El aceite esencial de jojoba es, quizá, el más biocompatible con la piel. Sus propiedades son maravillosas: hidratante, antiinflamatorio, antibacteriano, reestructurante, reductor de arrugas y regulador de las secreciones cutáneas (sudor y grasa).
En cuanto al aceite de semillas de uva, es muy suavemente astringente, modulador del sebo, rico en vitamina E, estimulante de la producción de colágeno y elastina, altamente biocompatible.
Los dos penetran rápidamente, sin dejar sensaciones untuosas, y son no comedogénicos, por supuesto.
El aceite esencial de ciprés, es uno de los mejores para pieles grasas por su propiedades astringentes no agresivas y tensoras, sus efectos sobre la microcirculación (contrae los vasos sanguíneos, rebajando la inflamación y calmando la piel); es reestructurante, antiinflamatorio, antibacteriano y ayuda a eliminar toxinas.
La menta es calmante, desinfectante, antiinflamatoria, refrescante, relajante y reduce el picor.
El romero es antioxidante (los demás ingredientes también lo son en mayor o menor medida), suavemente astringente, antiinflamatorio, antiséptico y relajante.
La equinácea tiene propiedades antisépticas y antiinflmatorias excepcionales: hace que sean tus propias defensas las que trabajen, desinfectando en profundidad, cerrando los poros infectados de dentro hacia afuera. Es cicatrizante, reestructurante y regeneradora (llega a recuperar un 30 % de tejido necrosado; así de potente es), estimula la microcirculación, los procesos naturales de la piel y regula la respuesta inmune.
Tercera receta
Quizá la agradezcas más cuando notes la piel especialmente irritada, con granos, espinillas, etc.
- 50 ml de aceite de jojoba
- 10 gotas de aceite esencial de ylang-ylang
- 5 gotas de aceite esencial de palo rosa
- 5 gotas de aceite esencial de amaro
- 3 gotas de aceite esencial de geranio rosa
- 2 gotas de aceite esencial de limón
La esencia de palo de rosa es astringente e hidratante al mismo tiempo, uno de las mejores a la hora de regenerar la piel a nivel celular; antiinflamatoria, antiséptica, calmante, descongestiva y limpiadora.
El geranio estimula regula la secreción sebácea, mejora la microcirculación, es astringente, hidratante, regenerador, cicatrizante, homogeniiza el tono del cutis y tiene un efecto muy positivo en el equilibrio hormonal.
Finalmente, el aceite esencial de limón es un potente desinfectante y antioxidante a nivel celular; es astringente, depurador y antiinflamatorio.
Cuarta receta
Un sérum más suave, pensado para pieles levemente grasas, o para darle a tu piel un respiro entre tratamientos más enérgicos, es también perfecto para pieles normales con cierta tendencia grasa y para pieles mixtas.
- 20 ml de aceite de jojoba
- 20 ml de aceite de semilla de moringa (o aceite de marula, si lo prefieres o te resulta más fácil adquirirlo)
- 10 ml de aceite de semilla de sandía prensado en frío
- 10 gotas de aceite esencial de lavanda
- 10 gotas de aceite esencial de geranio rosa
- 3 gotas de aceite esencial de ciprés
- 2 gotas de aceite esencial de manzanilla
El aceite de moringa, además de tener un aroma muy agradable, es un cicatrizante, desinfectante, unificador del tono de la piel, antiarrugas, desinfectante y rico en vitamina E.
Por su parte, el aceite de semilla de sandía está lleno de vitaminas, resulta un excelente emoliente para todo tipo de piel: nutre en profundidad, es desinfectante y limpiador, antioxidante, regenerador y estimulante.
La lavanda es un clásico en el cuidado de cualquier piel, y se ha ganado el puesto gracias a sus muchas y magníficas propiedades, de las que destacamos su acción calmante, analgésica, desinfectante, regeneradora, cicatrizante, antiinflamatoria, y ¡cómo no!, su suave y muy agradable aroma.
La manzanilla es una eficaz limpiadora, calmante, antibacteriana, humectante y nutriente.
Esperamos que te sirvan estas recetas y disfrutes haciéndolas y usándolas.